El origen de nuestros alcaldes

Por Miguel Álvarez Garós. Licenciado en Ciencias Físicas.

La palabra alcalde viene del árabe qadi que a su vez deriva de qada que significa resolver, juzgar. Vemos pues que etimológicamente, cabría hablar de la dualidad entre juez (que administra justicia) y representante de los naturales de un pueblo y de su organización.
Sin embargo, no debemos olvidar que esa palabra en nuestra historia ha tenido significados distintos de los de dirigir un ayuntamiento.

Pensemos que esa denominación la tenían los jueces togados que en la corte de Castilla componían la sala de alcaides.

Así mismo, tenían similar denominación en las salas penales de Valladolid y Granada y en algunas audiencias del Reino.

También se denominaba alcalde de la Mesta al juez que nombraba una cuadrilla de ganaderos, refrendado por el consejo de la Mesta, para resolver los problemas que surgían entre los pastores.

Y así podríamos continuar con otras muchas acepciones distintas de la utilizada actualmente.
En nuestra literatura, Pedro Calderón de la Barca con su Alcalde de Zalamea exaltó las virtudes democráticas que debería de poseer el que rige los destinos del pueblo.

Sin embargo, cuando examinamos los apellidos en Aragón, nos encontramos con el apellido Batlle que nos remite así mismo al significado catalán de alcalde que fue usado en muchos de nuestros pueblos antiguamente.

Si nos desplazamos hacia la vecina Francia, la denominación la ostenta la palabra maire que procede del latín de la palabra maior maioris, o sea, mayor, el más grande que coincidiría con la denominación inglesa e incluso alemana (mayor, burgo maestre).
Esa alta dignidad y responsabilidad se simbolizaba mediante el bastón de mando que en nuestros días ha pasado a ser la vara del alcalde.

Pero precisamente, la vara es el instrumento común de unidad de medida en Castilla y Aragón. Ya vimos en otro artículo como la longitud de la vara no era homogénea en ambos reinos, lo que originaba problemas constantes de litigios entre las comunidades.
Además, el carácter sagrado de las unidades de medida se había perdido con la caída del Imperio Romano y era necesario que «alguien» en cada comunidad tuviera la facultad de dirimir los problemas surgidos del intercambio y además poseer los patrones adecuados de medida para poder comprobar y comparar cantidades.

Perdida esta idea desde hace años, vemos como todavía se conserva aproximada la unidad de medida de nuestra tierra, la Vara Aragonesa en la vara de la mayoría de los municipios que lo hemos comprobado.

De esta forma, el alcalde, adquiere una nueva dimensión, es el portador de la unidad de medida que a su vez simboliza el mando y así, en todos los actos y ceremonias oficiales, profesiones, etc, distinguimos al alcalde como el portador de la vara.
Una vez unificados en todo nuestro territorio español los sistemas de medida bajo la adopción del sistema métrico decimal, se dotó a los ayuntamientos de patrones fiables para poder efectuar así su cometido.

Por ello, en muchos ayuntamientos todavía se conserva las unidades de capacidad (litros, decalitros, etc) siendo una maravilla su conservación los que hemos podido ver en Borja.
Seguro que en muchos de los almacenes de nuestros municipios monegrinos podríamos encontrar el rastro de estas medidas, tarea importante para rememorar y revitalizar una competencia jurídica que correspondió al alcalde.

Naturalmente que todo este bagaje de medidas tenía que estar dispuesto y operativo en el momento del mercado y de las ferias y es por ello que en los lugares donde se celebraba el mercado, se trasladaban «funcionarios municipales» que ponían a disposición del mercado sus patrones y así es fácil encontrar todavía, el lugar donde las medidas se colocaban en la plaza del mercado incluso haciendo incisiones en la piedra y hornacinas situadas en lugar preferente.

Como paradigma de lo citado, podríamos reseñar la hornacina y la ranura en la piedra de Uncastillo, la de Sos y la de Jaca. Suponemos que tiene que haber muchas más y que un bonito trabajo de recuperación de nuestro pasado sería encontrar todos estos lugares, incisiones en la piedra y utensilios de medida antes de que desaparezcan definitivamente.

Miguel Álvarez Garós. 1994.

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